REGLAS MANDELA

Este 18 de julio se conmemora el 102 aniversario del natalicio de Nelson Mandela, quien fuera presidente de Sudáfrica de 1994 a 1999, pero, sobre todo, uno de los máximos activistas en contra del sistema de segregación racial (también conocido como Apartheid) que atentó contra los Derechos Humanos de los ciudadanos negros en países como Sudáfrica, Namibia y Zimbabue.

Desde muy joven, Nelson Mandela forjó un carácter con conciencia social, situación que lo convirtió en un gran crítico de la falta de oportunidades, discriminación y pobreza a las que era sometido su pueblo. Por ello, en 1944 se convirtió en uno de los miembros fundadores de La Liga Juvenil del Congreso Nacional Africano, organización de la que fue Secretario Nacional en 1948.

Para 1952, el Congreso Nacional Africano lanzó una campaña conocida como “Defiance”, un movimiento masivo de desobediencia civil para protestar en contra de las leyes que se consideraban injustas y de la cual, Nelson Mandela fue elegido como Voluntario Nacional en Jefe. La campaña fue influenciada en gran medida por el actuar de Mahatma Gandhi, por lo que se trató de protestar sin violencia, lo cual, sin embargo, no impidió que Mandela y otros activistas fueran perseguidos por el Estado Sudafricano y encarcelados por un breve período de tiempo en la prisión de Marshall Square. Ésta sería sólo una de las tantas veces en que Mandela fue encarcelado por su activismo social y su ideología política.
Años más tarde, en 1960, el disgusto social provocado por la segregación racial que, entre otras cosas, obligaba a los ciudadanos negros a portar un pase que limitaba su tránsito por zonas consideradas exclusivas para gente blanca, llevó a un grupo de ciudadanos a realizar una serie de protestas que tuvo su punto más crítico el 21 de marzo de ese año, cuando la policía reprimió violentamente una manifestación realizada por el Congreso Panafricano (movimiento creado por un grupo de miembros del Congreso Nacional Africano), que tuvo como resultado la muerte de 69 personas. Tras este trágico acontecimiento, Nelson Mandela decidió solidarizarse con los reprimidos y destruyó su pase en un acto público. Días después, el gobierno sudafricano declaró estado de emergencia, se prohibió la existencia del Congreso Nacional Africano y del Congreso Panafricano, y se arrestó a un total de 11 mil 727 personas, entre ellas Nelson Mandela, quien permaneció cerca de cinco meses encarcelado para ser liberado a finales del mes de agosto.

Sin embargo, en 1962, tras permanecer en la clandestinidad, Mandela fue arrestado nuevamente y condenado a cinco años de prisión acusado de salir del país de forma ilícita y de incitar a la huelga. Para 1963, una nueva investigación llevó al líder sudafricano (quien permanecía encarcelado) a un nuevo juicio, acusado de sabotaje y conspiración para derrocar al gobierno. Tras un severo proceso, fue declaró culpable de los cargos que se le imputaban. La Fiscalía solicitó la pena de muerte contra Mandela y el resto de los acusados, pero una serie de protestas realizadas en diversas partes del mundo logró ejercer la presión necesaria para que la petición fuera desestimada y en su lugar se les condenara a cadena perpetua. Nelson Mandela permaneció 18 años en la prisión de Isla Robben, donde padeció un severo confinamiento y trató indigno, al ser sometido a intimidación, aislamiento y abuso verbal por parte de los guardias. En 1982, fue trasladado a la prisión de Pollsmoor, donde tuvo mejores condiciones de confinamiento. A finales de 1988 fue llevado a una nueva cárcel, esta vez su encierro ocurrió tras los muros de la prisión Victor Verster, donde permaneció cerca de año y medio para que, el 11 de febrero de 1990, tras permanecer 27 años en prisión, Nelson Mandela lograra recuperar su libertad y con ella retomar la lucha en pro de los derechos de su pueblo.

 

La influencia moral e ideológica de Mandela no sólo ayudó a terminar con el Apartheid africano, sino que repercutió en el trato digno que deben recibir las personas que purgan una condena en prisión.
En diciembre de 2015, el Grupo de Expertos que formó parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que establece las “Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos”, mismas que fueron llamadas “Reglas Nelson Mandela” en homenaje al legado del líder sudafricano, quien aseguraba que “no se conoce a un país realmente hasta que se está en sus cárceles”.

Las “Reglas Nelson Mandela”, conformadas por un total de 122 normas, tienen el objetivo de “plantear los principios y prácticas considerados como idóneos en el tratamiento de los reclusos y la administración penitenciaria”. Con ellas se propone reconsiderar la imagen del recluso como un integrante más de la sociedad, para así, impulsa el manejo de las prisiones hacia verdaderos centros de reinserción social, en los que se logre el desarrollo personal de quienes perdieron su libertad.

Las “Reglas Mandela” anteponen el respeto a la dignidad humana de los reclusos y prohíben el uso de la tortura y otros tipos de tratos crueles, inhumanos o degradantes. También ordenan que el sistema penitenciario no debe agravar el sufrimiento que representa la pérdida de la libertad y la autodeterminación. De igual forma se establece que los reclusos tienen el derecho de recibir servicios médicos adecuados dentro de los establecimientos penitenciarios, lo cual se entiende como una responsabilidad que debe ser garantizada por el Estado; se establece que sólo podrán tomar decisiones médicas que afecten a los reclusos los profesionales de la salud competentes y las autoridades penitenciarias no podrán desestimar esas decisiones.

En cuestiones disciplinarias, la “Reglas Mandela” alientan la prevención de los conflictos, la mediación y cualquier mecanismo alternativo que ayude a resolver pugnas. También prohíben los castigos colectivos y la privación de alimentos y de agua como medidas de coerción.

Respecto al contacto con el exterior, estas reglas establecen que podrá realizarse a través de visitas y correspondencia escrita, pero también con el uso de medios de telecomunicación, electrónicos, digitales o de cualquier otra índole que haya disponibles. De igual forma privilegia el hecho de que las personas recluidas sean alojadas en centros penitenciarios cercanos a sus domicilios.

Estas son sólo algunas de las reglas creadas con el objetivo de reestablecer el trato digno al interior de las penitenciarías, no obstante, en sus observaciones preliminares, las “Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos”  establecen que no tienen un carácter vinculante al interior de los marcos jurídicos que existen en los Estados Miembros que podrían aplicarlas.