Nos rodean y entran por nuestra boca y nuestra nariz. Son partículas invisibles que penetran y recorren y enferman nuestros pulmones, nuestra sangre y nuestros cuerpos. En ocasiones pueden causarnos la muerte por accidente cerebrovascular, cardíaco, enfermedad respiratoria crónica y cáncer de pulmón. Son el aire que respiramos.

Este es el primer año que el mundo conmemorará el Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul. Los fundamentos de la Resolución 74/212 de la Asamblea General de la ONU se apoyan en otros documentos, como en la Resolución 70/01/2015 “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, así como en la necesidad de disminuir los problemas de salud pública por el alto índice de muertes y enfermedades causadas por la contaminación del aire, el agua y el suelo.

La resolución de la ONU señala que “el aire limpio es importante para la salud y la vida cotidiana de las personas, consciente de que la contaminación atmosférica es el mayor riesgo ambiental para la salud humana y una de las principales causas evitables de muerte y enfermedad en todo el mundo, reconociendo también que la contaminación atmosférica afecta de manera desproporcionada a las mujeres, los niños y a las personas de edad avanzada”.

Para nadie es extraño, la comunidad internacional se encuentra ante una severa crisis medioambiental debido a la polución social y sus efectos negativos. El cambio climático ha evidenciado que la idea de desarrollo de la llamada sociedad industrial, basada en una economía de libre mercado, extractivista y depredadora, ha causado una devastación de dimensiones apocalípticas, ante la que debemos actuar de manera emergente. De ahí la necesidad de que los estados generen mecanismos de cooperación nacionales e internacionales en materia de conservación y restauración del medioambiente. Se trata de diseñar e implementar políticas públicas a efecto de resarcir y revertir el daño que hemos causado a nuestro planeta.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce en su artículo 4o., párrafo quinto, el derecho humano al medio ambiente sano para el desarrollo y bienestar, disposición jurídica que a la letra señala lo siguiente:

Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho. El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad para quien lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley.

Inhala y exhala…

Todos somos responsables de la salud de la tierra, de los daños causados a sus ecosistemas y a la calidad del aire. La huella ecológica que hemos dejado en el planeta no es una marca, es una herida, pues los efectos de nuestro consumo equivalen a 2.7 hectáreas, a pesar de que el planeta solo puede proporcionarnos 1.8 hectáreas. Las actividades que más repercuten son la quema de combustibles fósiles, la agricultura y la ganadería.  El concepto, propuesto en 1996 por William Rees y Malthis Wackernagel, es un indicador que nos permite medir cuánto espacio terrestre y marino se necesita para producir y satisfacer los recursos y bienes de consumo, así como la superficie para absorber los desechos que se generen.

En su folleto Huella Ecológica, el Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable (CECADESU) señala que México es uno de los países con mayor déficit en el mundo, pues ocupa el lugar 46 con cerca de 3.4 hectáreas por persona. Esto nos obliga a ser conscientes de la necesidad de impulsar cambios en materia de transporte, planificación urbana, generación de electricidad e industria, que permitan reducir la contaminación del aire para proteger y garantizar el derecho humano al medio ambiente sano para el desarrollo y bienestar.

 

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