RECHAZO A TERAPIAS DE CONVERSIÓN SEXUAL

Obligados desde su niñez a vestirse de color rosa o azul, según las convenciones sociales de la época y a jugar exclusivamente con cochecitos o muñecas, a la “comidita” o a la pelota; cuando ingresan a la escuela son víctimas de agresiones verbales y físicas que en muchas ocasiones les ha orillan a “esconder su orientación sexual, identidad o expresión de género”; en la adolescencia reciben ataques y se les orilla a recluirse en bares “gay”; con frecuencia se les niegan oportunidades de empleo, se les estigmatiza en instituciones de salud y se les discrimina en casi todos los ámbitos de la vida social de cualquier país.

Se trata de la comunidad LGBTTTIQ+ (lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti, intersexual y queer), quienes históricamente han tenido que luchar para ser reconocidos como personas titulares de derechos, como cualquier otro miembro de la sociedad, una sociedad que a pesar de vivir en pleno Siglo XXI sigue negando, condenando y criminalizando las diferencias que, vaya paradoja, enriquecen el paso del ser humano por la faz de la tierra.

Por ello, resulta indignante que a estas alturas las personas LGBTTTIQ+ deban esconder su orientación sexual, identidad y expresión de género o avergonzarse de las mismas para evitar ser víctima de actos discriminatorios en la vía pública, centros comerciales, restaurantes, transporte público, instituciones de salud o centros de trabajo, hasta llegar al absurdo de aceptar la “heteronormatividad”, entendida como un sesgo cultural a favor de las relaciones heterosexuales, consideradas “normales, naturales e ideales” en detrimento de las relaciones con personas del mismo sexo. Para ponerlo en castellano, se termina aprobando que la heterosexualidad es lo único “posible y bueno”, mientras que las relaciones entre personas del mismo sexo son “malas y anormales”.

 

Más indignante resulta el hecho de que, no obstante, los adelantos científicos y tecnológicos en diferentes ramas del conocimiento como la Medicina, Psicología, Derecho, Biología y Sociología, existan quienes manifiesten que la homosexualidad es una enfermedad y peor, que “puede y debe ser atendida” y “curada” mediante “terapias de conversión sexual”.

Dichas terapias se han dado desde hace muchos años en varios países a petición de quienes consideraban como “desviación” que una persona tuviera atracción sexo afectiva por otra del mismo sexo. Así, una breve búsqueda en internet ha arrojado que en épocas pasadas existían diversas prácticas de “conversión sexual”, como descargas eléctricas al “paciente”; la administración de drogas para provocarle náuseas mientras se le obligaba a observar imágenes eróticas homosexuales; sometimiento a sesiones de psicoanálisis para “hurgar” en qué momento de la infancia o la adolescencia se había generado tal “anormalidad” y también se recomendaban tratamientos con estrógenos, de electro convulsión e, incluso, la extirpación de órganos.

Según la web, a la fecha existen algunas instituciones que mediante retiros espirituales y sesiones de psicoanálisis, pretenden “curar” la homosexualidad para lograr que la persona “afectada” reconozca su “error” y lo enmiende; ignoran que desde 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad del “Manual de diagnóstico de los trastornos mentales” y que en 1990 la Organización Mundial de la Salud también la eliminó de su Clasificación Internacional de Enfermedades.
Países como Alemania, Reino Unido, Malta, Ecuador y Brasil tienen leyes explícitas que prohíben las llamadas “terapias de conversión sexual”; la ciudad de Madrid (España) castiga a quienes lleven a cabo tales prácticas, y este 24 de julio, el pleno del Congreso de la Ciudad de México aprobó una reforma para penalizarlas.

Recientemente, Victor Madrigal-Borloz, experto de la Organización de las Naciones Unidas en protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género, indicó que las “terapias de conversión” causan severo dolor y sufrimiento a las personas LGBTTTIQ+, así como daños psicológicos y físicos permanentes, por lo cual demandó que se prohibieran en todo el mundo.