UN RESPIRO PARA LA BIODIVERSIDAD

Mejoramiento de la calidad del aire en las principales ciudades del país; presencia de delfines, mantarrayas y tortugas en playas del Caribe mexicano; osos y jabalís en calles y caminos de Monterrey, Nuevo León; ballenas en la bahía de Acapulco, Guerrero; tlacuaches en Xochimilco y el retorno del canto de los pájaros en parques públicos. No cabe duda que uno de los beneficios de la contingencia sanitaria ocasionada por el coronavirus COVID-19 ha sido que diferentes especies puedan salir del escondite al que las actividades industriales y turísticas los había confinado desde hace varios años; lo que seguramente también se traducirá en la regeneración y recuperación de selvas y bosques.

Estas semanas de aislamiento voluntario también deben ser oportunidad para analizar el daño que la dinámica social ha ocasionado al medio ambiente y, sobre todo, para que una vez que se retomen las actividades cotidianas, se pongan en práctica estrategias y acciones tendentes a preservar el entorno natural, pues de éste depende el futuro de las nuevas generaciones.

Ejemplo de ello es que, de acuerdo a estimaciones científicas, más del 80 por ciento de la alimentación de las personas se basa en plantas que, dicho sea de paso, también son base para la elaboración de medicamentos que permiten prevenir y aliviar enfermedades. Por otro lado, la biodiversidad también provee aire limpio y agua apta para consumo humano en ríos y lagunas, a lo cual se puede agregar el valor económico que representa para muchos pueblos y comunidades indígenas el llamado turismo ecológico en diversas regiones de nuestro país.

A pesar de esto, el ser humano contribuye cada vez más al deterioro del medio ambiente, así como a la extinción de especies marinas y terrestres como consecuencia del incremento en la deforestación para actividades agrícolas e industriales, los proyectos de infraestructura y la contaminación de selvas, bosques, manglares, mares, ríos y lagos. Actualmente se estima que del año 1500 a la fecha se han perdido aproximadamente 850 especies.

Por tal motivo, este 22 de mayo que se conmemora el Día Internacional de la Diversidad Biológica, constituye un buen pretexto para repensar la relación que la modernidad tiene con el entorno natural, pues como señala la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “a pesar de todos nuestros avances tecnológicos, dependemos por completo de ecosistemas saludables y vibrantes si queremos disponer de agua, alimentos, medicamentos, ropa, combustible, refugio y energía” , ya que “existen pruebas de que perder nuestra biodiversidad podría aumentar los casos de zoonosis -enfermedades transmitidas de los animales a los humanos- mientras que, por el contrario, si conseguimos mantenerla estable, esta podría ser una gran herramienta en la lucha contra pandemias como aquellas causadas por los coronavirus” .

¿Y qué tiene que ver la biodiversidad con los derechos humanos?, mucho, si se toma en consideración que el deterioro del ambiente puede traer consigo la vulneración de prerrogativas fundamentales como el derecho a la salud, a un medio ambiente sano, a una alimentación adecuada y a la vida misma, entre otras. Desde 2012, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) cuenta con la Sexta Visitaduría General que, entre otros temas, atiende casos de presuntas violaciones a los derechos humanos relativas al disfrute de un medio ambiente sano.

 

Para saber más…

https://www.cndh.org.mx/sites/default/files/documentos/2019-11/Estudio-Biodiversidad.pdf
https://www.un.org/es/observances/biological-diversity-day